Un adiós a nuestra hermana Rosalía
Brotan
los gestos de admiración al recordar cómo fue su paso por esta vida, una mujer
sencilla, inteligente, con gran fortaleza, callada, atenta, siempre a punto
para el servicio a los demás, no le gustaba destacar entre las hermanas, ella
se sentía igual que todas, cuantas veces la escuchamos decir, “pobre de mí”
cuando alguien le hacía un halago por su capacidad de trabajo y de trato hacia
las personas.
Fue
exigente con ella misma y no toleraba que sus hermanas se infravaloraran
delante de ningún obstáculo, sabía dar valor desde su humanidad pero sobretodo
desde su FE, siempre puesta en el Señor, mujer de altos deseos, cuando le
preguntábamos “mare, necessita alguna cosa més” ella deia: “sí, amar més a Déu Senyor” y, vaya que nos dio ejemplo y testimonio de ese Amar más Dios cada día, en
cada situación. Para muchas personas que hoy estamos aquí, que hemos sido testigos
del gran sufrimiento que padecía en los últimos años, una enfermedad larga y dolorosa que ella tuvo que sufrir mucho y lo sabemos porque así nos lo
decía, era tener que dar trabajo a sus hermanas y en ese sentido, sí que tenía
ganas de irse al cielo porque, más que su propio dolor físico era su amor hacia
sus hermanas que anteponía a su propio dolor.
Sabía
ser amiga, hermana y madre a la vez, llegaba a todos y tenía siempre una
palabra para cada una, a las novicias, a las hermanas a todas las personas que
han pasado por ésta casa y la han conocido con seguridad que hay una palabra
que recordar de su gran espíritu acogedor y decidido, supo escuchar, no con los
oídos del cuerpo sino los del corazón, los del alma, buscaba la manera de
ayudar si le contabas una aflicción, un problema, una preocupación, sabía ser
“empática”, y prudente, nunca se daba por vencida cuando había que buscar
soluciones.
Ella
estaba ahí, para escuchar nuestro lamento, incomprensiones, proyectos, alegrías
y compartía como suyas todo, se hacía una con nosotras, una gran Confidente,
Gracias M. Rosalía porque supo pasar por la vida dándose a los demás y muriendo
para sí misma.
Perdón
Madre, por todo lo que no supimos hacer bien y fuimos negligentes en el trato
que usted merecía, en nuestro corazón siempre vivirá y será una de nuestras
modelos de hermana a seguir, nos deja el olor de sus buenas obras, de su manera
de vivir, de aceptar la voluntad de Dios con serenidad, con paz, con esperanza,
desde el cielo ayúdenos a continuar con esta misión que fielmente queremos
transmitir a todos los que nos seguirán en el camino.
Descanse en paz
ResponderEliminar